CUATRO ELEGIAS PARA UN MISMO TEMA
Primera elegía
Y por el Albaycín en vano estoy buscando al niño que perdí.
Que yo lo perdí, que yo me perdí por estas calles y no me encuentro, que no. Que yo me perdí, que yo.
Loa años, como ladrones del tiempo y del corazón, se lo llevaron llevaron y no lo devuelven, no. Que yo lo perdí, que yo me perdí por estos aires y no me encuentro, que no.
La vida le dijo un día: ¡muchacho! Y me lo mató; y me lo mató la vida sin que lo notara yo. Que yo lo perdí, que yo me perdí por estas penas y no me encuentro, que no.
Segunda elegía
En mi memoria está, con qué amargura, también con qué ternura, enterrado mi niño. De mis ojos, hortelanos que cuidan mis recuerdos, le llegan dos arroyos para que siempre esté mi niño muerto, blando, fresco, recientemente muerto.
Por mis oidos le entran las canciones, estas canciones de la primavera, de las placetas, de los niños nuevos, de los que ya me van haciendo viejo; y mi niño los oye. ¿Por que no, si es un niño que yo tengo blando, fresco, recientemente muerto...? y hasta me pide sangre porque quiere salir a la placeta nuevamente.
Y yo le digo para disuadirle: estás viejo, muy viejo, niño mío, y no podrás correr como solías; ridículo sería, niño mío, meterte entre niños y esas risas.
Y con dolor se vuelve a su postura de niño viejo, muerto para siempre..
Tercera elegía
No murió el niño del todo; que solo a medias murió; a medias se murió el niño; que es una muerte peor.
No murió el niño del todo; del niño solo murió todo aquello que tenía que morir, por ser primor.
A medias se murió el niño; porque del niño creció todo aquello que tenía que crecer, por ser dolor.
Lo que tenía de bueno qué pronto que se acabó; lo que tenía de malo cómo se le acrecentó.
De bueno tenía ésto: ser niño, pájaro, Dios. De malo tenía ésto: crecer y llegar a hoy.
Lo malo quedó conmigo; lo bueno se me murió.
No fue una muerte de frío, no fue una muerte de amor. no fue una muerte de pena; que fue una muerte peor:
Haber llegado a recuerdo, cementerio del temblor, donde las cosas no tienen posible resurrección.
Cuarta elegía
Entre mis manos llevo, entre mis sienes llevo un viejo niño muerto.
De plaza en plaza vengo de pena en pena vengo y a todos se lo muestro, con su traje de cielo azul de marinero.
Las acacias lo lloran, y se duelen los rosas por desgracia tan honda.
Las estrellas se tocan diciéndose una a otra: Este es aquel... aquel...; ¿no recuerdas...?, aquel que se calzó los pies con el verbo correr...
Y lloran, lloran, lloran las acacias, las rosas, y lloran las estrellas por el niño que ayer iba por la placeta con cuatro infinitivos en rueda: reir, correr, jugar y un sabio no saber nada más.
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