EL CALENDARIO
Tengo un año en la mano. Un año, pequeñito, recopilado en un breve almanaque. Trescientos sesenta y tantos dias, entre mis dedos aprisionados.
Como un Dios, soy el dueño de este año pequeño florecido en mi mano. Pero soy generoso y voy a derrocharlo.
¿Quién quiere una semana de carnaval? Barato será el precio: caretas..., hipocresías..., y allá van, de regalo, siete días hermosos de ferias y de escándalos.
¿A quién le doy un día de cumpleaños? Vamos: no mireis de ese modo a un vendedor de días que pronto serán años. ¿Qué es un año en la vida...?
Nada: una brisa que vino y se fue de pasada sin que dejara rastro- Aunque sé que es bastante para un entrecejo, para una amargura y para hacerse viejo. ¿No hay quien quiera este día de cumpleaños...? Lo doy, pues, a los niños, que no los notan tanto...
¿Y este día de luto...? ¿A quien le doy el día de su muerte? ¿Lo doy a un desgraciado, o lo echamos a suerte entre los que, felices, aman tanto la vida...?
¿Y esta hoja que huele como a Pascua florida...? ¿A quien le doy el día de su resurrección, de su feliz minuto, de su ilusión...?
¿Y esta hoja de nieve, turrón y villancico...? ¿Y este día de reyes para sentirse niño...? Este día de gracia en que éramos felices porque sí, sin por qué, y reíamos, reíamos con soldados de plomo y barcos de papel.
Ay, me temo que todos lo queramos tener; porque no hay quien no sienta dolor de haber crecido, pena de haber perdido su placeta de juegos, su calle colegial, y aquella madre que era castigo, beso y pan.
Mayo no lo divido: Mayo lo doy entero para un corazón novio. ¿Quien va a ser el primero...? Entero, entero: para qué repartir este mayo de rosas; ¡no veis que para uno es ya bien poca cosa...!
De todo lo del mundo, de todo lo de Dios traigo yo en mi almanaque: de la noche, del sol, de los sueños de oro, de los rotos cristales de una desilusión, de las siete virtudes, de los siete pecados, de los cinco sentidos, que son cinco sagrarios abiertos a la vida como cinco milagros. Todos los días, todos los doy, unos a suerte y otros a como quiera Dios.
Yo solamente un día o, mejor dicho, dos quiero y espero con paciente mansedumbre e insondable temblor: dia tantos de tantos para un amor, para un dolor, y el día en que he de verme ¡ojalá que sin miedo! con los ojos de Dios.
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