SALMO DEL AGUA PRECIOSA
                           
                         "...útil y humilde y preciosa y casta"
                               (SAN FRANCISCO DE ASÍS)

Apellidada Asis, como Francisco,
cómo se multiplica tu ternura.
 
Oh, tú, la mas desnuda
de todas las criaturas,
y sin embargo la mas casta,
la mas virgen de todas las criaturas.
Sencillamente música,
y sin embargo necesaria,
útil para el espíritu y la arcilla.
Urgente, imprescindible
como el aire o el trigo,
y sin embargo humilde.
Apellidada Asís, como Francisco,
cómo se multiplica tu ternura.
 
Mas no voy a cantarte casta en nieve,
              (ya la Virgen María
                              te cantó en sus entrañas)
Ni he de cantarte humilde,
                                          (que si te llamo Asís, qué mejor canto)
Ni he de cantarte útil, necesaria,
                                        (porque mejor que yo, los labradores
                                                 y los barbechos y mi sed te cantan).
Te cantaré preciosa,
y preciosa entre todas las criaturas.
 
Se desatan las vírgenes del frío,
allá por las montañas,
y tierna y dulcemente,
como un cordero de cristal que bala,
nace el fluir y nace
la inimitable música,
mientras que los arcángeles fluviales
preparan los arroyos,
los ríos necesarios,
los estanques, las fuentes,
el mar y sus riberas
para tu nunca descansada vida,
y también esta alberca,
donde, herida de estrellas, esta noche,
me pones tan a mano el alto cielo,
 
Pero dejarte quiero, agua preciosa,
-quilla de ruidos, banderín de espumas-
navegar las orillas de la tierra,
surcar sus duras venas
como sangre fresquísima,
o, como mano en mil dedos resuelta,
palparla fría y rumurosamente.
Porque quiero cantarte, agua preciosa,
marinera por otros litorales,
sangre por otras venas.
 
Canto al agua preciosa,
a tí, sangre preciosa y mineral,
que navegas la piedra
o en piedra te transformas.
 
Agua petrificada en la salina,
salada virgen, nieve marinera,
abril de las mareas,
paloma de las playas,
anunciada marisma.
¡Llámate gaditana, que bien puedes!
 
Canto al agua preciosa,
a tí, sangre preciosa
y a veces sensitiva,
que navegas la hierba,
que navegas las rosas,
que navegas los árboles,
las venas de las ramas,
los nervios de las hojas
y el corazón del fruto.
 
Agua, ligeramente casi ala,
casi pluma o palabra
en las hojas del árbol.
Agua por el almendro, donde marzo
te recuerda que un tiempo fuiste nieve.
Agua en el limonar o en el naranjo,
eternamente novia.
Agua, niña en la acacia
y monje en el ciprés.
Agua antigua y severa en los olivos,
en los que envejeciste aquella noche
de la angustia de Cristo,
Agua preciosa que en los sauces eres
lluvia colgada y llanto que no cesa.
Agua, que desde el álamo,
verde arcángel sonoro y deleitoso,
das a los campos tu lección de música,
mientras que por la yedra
aprendes tu lección de arquitectura
y en las enredaderas
juegas a caracol y a serpentina.
Agua por el granado,
agua, abeja de sangre, que construyes
panales de dulcísimos rubíes.
 
Milagrosa alfarera
que trabajas la pulpa
y modelas el fruto
con leves materiales
de perfumes y de otras dulces cosas.
Agua en la vid, temblando como gotas,
gólgotas apiñados
preparando la sangre redentora.
Agua en el trigo, que por tí se viste
de mullido verdor y verde nana
y cuando de él te alejas
lo dejas de oro a punto ya de Cristo.
Agua por el cerezo, columpiando
ascuas menudas que serán zarcillos.
Agua en la piña, blanda y dura a un tiempo,
niña y soldado a un tiempo,
guerrero de dulzura,
que bajo un vegetal peto de malla
guardas un tierno corazón de azúcar.
 
Agua floral, preciosa y marinera,
que con tu cargamento de arco iris
cruzas las venas de las primaveras.
Agua vestida de Semana Santa
en la violeta y en el lirio.
Agua que das al nardo la blancura
que te sobró de la azucena.
Agua que en los claveles, oh milagro,
mantienes, alimentas a la llama
y eres tú misma llama,
abril del fuego y fuego de las flores.
 
Oh, sangre vegetal, agua preciosa,
que cubres de verdor toda la tierra
y dejas, a tu paso,
penumbras y hasta pájaros,
colores y hasta llamas.
Mira cuánta hermosura,
cuantas "mil gracias derramando" has ido,
desde aquella montaña donde fuiste
cordero frio y líquida paloma,
hasta esta otra oscura alberca,
donde, herida de estrellas, esta noche,
oh Hermana Agua de Asís, agua preciosa,
me has puesto tan a mano el alto cielo.